domingo, 20 de enero de 2013

UN ATHLETIC MARCIANO

Quizá los más jóvenes, y menos versados en la historia del balompié nacional, piensen que el actual dominio liguero del Barcelona y el Real Madrid sea algo propio de la última década. Y si bien hoy en día su primacía es descorazonadoramente abrumadora, no deja de ser más cierto que durante muchos tramos del pasado siglo el binomio merengue/culé —sobre todo por parte de los blancos— era asimismo muy frecuente. Como muestra valga el botón de los ganadores de los campeonatos ligueros que van desde la campaña 51/52 hasta la 63/64. En estas 14 temporadas, el Madrid se impuso en nueve ocasiones por cuatro del Barcelona, con la única interrupción —en la 55/56— del Athletic Club.

Aquel Athletic “intruso” ya no contaba con los Lezama, Iriondo, Venancio, Panizo o Zarra. Solo quedaba Piru Gaínza, el eterno once de Basauri. El que será recordado como el equipo de “Los once aldeanos” (bautizado así por el presidente Guzmán tras la consecución de la Copa del 58 contra el Madrid en feudo capitalino) lo formaban habitualmente Carmelo, Orúe, Garay, Canito, Mauri, Maguregui, Artetxe, Markaida, Arieta I, Uribe y Gaínza. Una alineación que se sabía cualquier aficionado al fútbol ya fuera de Vigo o de Almería. Aquella campaña 55/56 en la que los bilbaínos se llevaron el campeonato fueron flanqueados en el podio liguero por —cómo no— Barcelona y Madrid, a uno y diez puntos respectivamente.

Los de Chamartín contaban en sus filas con gente del nivel de Di Stéfano, Gento, Puskas, Kopa, Rial, Santamaría, Miguel Muñoz o Zárraga. En Barcelona, tampoco es que anduvieran mancos con los Kubala, César, Basora, Kocsis, Czibor, Ramallets, Luis Suárez o Biosca. Demasiado jamón para el escaso pan de los rivales. Y es que blancos y culés no solo dominaban las competiciones sino que trataban el balón de manera exquisita, jugaban otro fútbol nunca practicado antes por equipos españoles. A las nueve Ligas conseguidas durante estos 14 años, el Madrid logró sumar cinco Copas de Europa, una Copa del Generalísimo y una Copa Intercontinental. A los cuatro campeonatos ligueros del Barcelona hay que añadir dos Copas de Feria y cinco Copas del Generalísimo. Ya entonces se habían puesto en cotas inalcanzables para pretendientes a la máxima gloria como Athletic Club, Atlético o Valencia, por citar los más señeros.

Pero dentro de este somero análisis sobre cómo estaba la España del balón a lo largo de esta década y media, hay que acercar muchísimo más la lupa de los pequeños detalles para rescatar una concatenación de episodios de carácter casi sobrenatural que ocurrieron cuando 1958 llegaba a su fin y comenzaba a dar sus primeras bocanadas 1959, el año nuevo.

El Athletic Club acaba de empatar a cero en casa del líder, el Real Madrid. Los chicos entrenados por el brasileño Martim Francisco habían vuelto a Bilbao con la satisfacción de haber podido igualar a los Kopa, Di Stéfano, Rial y Gento de Luis Carniglia. Aquel lunes 14 de diciembre de 1958 se disputaba el último encuentro liguero hasta después del día de Navidad. Los merengues seguían al frente de la tabla, los rojiblancos conseguían subir un puesto a costa del Atlético de Madrid para ponerse cuartos.

Las fiestas transcurrieron con normalidad en Bilbao con la cena de Nochebuena y la comida de Navidad en familia. Y más les valía a los jugadores que así fuera porque el día 28 recibían al Sporting de Gijón. Un Sporting que ocupaba la antepenúltima posición en la tabla —la de promoción de descenso a Segunda— y que trataría de aprovechar la particularidad de las fechas para sacar algo en claro de San Mamés. El partido lo pitaba el colegiado Azón Roma. Martim Francisco alineaba a Carmelo, Orúe, Etura, Canito, Mauri, Maguregui, Artetxe, Merodio, Arieta I, Uribe y Gaínza. La recitada por todos con los únicos cambios de Etura por Garay y Merodio en lugar de Markaida, ambos de baja por lesión.

Nada más iniciarse el choque, una combinación entre Maguregui y Gaínza sirve para que Merodio adelante a los locales con el 1-0. Dos minutos después, otro balón del veteranísimo Piru es rematado con la testa por Ignacio Uribe para poner el 2-0. Eneko Arieta de duro disparo raso y otra vez Uribe de chut alto subían el tercero y el cuarto al marcador con tan solo 22 minutos disputados. Madriles, el portero gijonés, no hace sino viajar al fondo de la red. Sin tiempo para que los asturianos pudieran sobreponerse al chaparrón de goles, Mauri perforaba la meta por quinta vez y casi a continuación, Uribe firmaba su tercer tanto de la noche. En el descanso, un público lógicamente jubiloso da buena cuenta de la cazuela y la bota de vino con el 6-0 logrado por los de casa. No se vio cambio de rumbo en la segunda mitad y así los dos goles de Merodio (otro hat-trick, que ni se sabía que en algún lugar del mundo alguien los llamaba así) y uno más, este obra de Artetxe dejaban zanjado el encuentro con un 9-0 a 24 minutos del final. Menuda inocentada de día 28 para el Sporting y vaya trago para Madriles… Los capitaneados por Gaínza cerraban la primera vuelta escalando otro puesto y se colocaban terceros.



La segunda vuelta la iban a iniciar jugando de nuevo en casa el cuatro de enero. En esta ocasión el rival era el Celta de “Quinocho“, que acabaría siendo asesinado en medio de un robo en los años ochenta en las oficinas del club vigués. La alineación bilbaína no difiere en nada de la presentada siete días antes frente a los asturianos. Conviene recordar que hasta el mismo año 58 no se permitieron los cambios de jugadores y aun así, no fue hasta comenzada la década de los 70 cuando se decidió que las sustituciones pudieran ser por cuestiones técnicas y no por lesiones. Pitaba el colegiado Novella. El inicio del choque parecía un calco del de la semana anterior. Para el minuto cuatro, Merodio y Artetxe ya habían conseguido batir a Padrón. En el 10 y el 25, el segundo de penalti, el poderoso medio Mauri elevaba a cuatro el casillero de los locales. A falta de 13 minutos para el descanso, Uribe ponía el repoker para alegría del público asistente a San Mamés. A la vuelta del parón, los chicos de Francisco marcaban en el 52, 62 y 72 por medio de Merodio, Mauri y Uribe. Mauricio Ugartemendia conseguía así un hat-trick. El 9-0 final corrió a cargo del fino Artetxe a cuatro minutos del final. Segundo partido consecutivo ganado por 9-0. El respetable no daba crédito a lo que acababa de vivir en el transcurso de una semana. Los titulares de la prensa nacional tenían por fuerza que destacar la supergoleada de los rojiblancos… pero no. La victoria del Real Madrid a la Unión Deportiva Las Palmas por 10-1 en Chamartín —con tripletes de Di Stéfano y Puskas— dejó el huracán vivido en San Mamés en un segundo plano. Así fue.

El lunes 11 de enero, el árbitro Caballero pitaba en el antiguo Campo de San Juan de Pamplona. El Osasuna, duodécimo de 16, recibía al Athletic Club del doble 9-0. Los bilbaínos volvían a presentar el mismo 11 de los dos encuentros anteriores. El aguerrido equipo navarro con una alarmante falta pegada delante aguantaba muy bien el tipo la primera media hora hasta que llegó Merodio para abrir la lata en el 30. Dos minutos después, Mauri marcaba el segundo y el propio Merodio ponía a los vizcaínos con una ventaja de 0-3 a los 37. Nada más comenzar la segunda mitad el navarro Marañón, que más adelante resultaría grave e involuntariamente lesionado en el abdomen por el meta Carmelo, anotaba para Club Atlético Osasuna. Era el 1-3. Bastaron diez minutos más para que el rojillo Glaría II perforara la meta… de su compañero Eizaguirre para que así el Athletic Club sumara el cuarto gol. Hubo que esperar hasta los minutos 74, 75 y 82 para que el centrocampista Merodio no solo pusiera el tanteo en un escandaloso 1-7 sino que conseguía el poco frecuente hito de marcar cinco goles en un partido fuera de casa. Ignacio Uribe cerró la cuenta para una victoria tan escandalosa (1-8) que no solo era el récord goleador a domicilio en Liga hasta la fecha, sino que demostraba que las dos goleadas anteriores no habían sido fruto de la casualidad.

La expectación en San Mamés el siguiente domingo era de órdago. Había quien pensaba que lo que había ocurrido en los tres choques anteriores no podría tener continuidad puesto que nunca se había vivido en el Botxo nada similar en un periodo de solo dos semanas. El rival en esta ocasión era el Real Betis Balompié del gran Luis del Sol, cuarto en la tabla justo por detrás del Athletic. A pesar de todo, los optimistas espectadores locales iban con la intención de ver otro huracán. Una bilbainada más.

18 de enero de 1959. La dirección del choque corría a cargo del trencilla Marrón (sic) y el viejo San Mamés rugía instantes antes del comienzo del encuentro. Eneko Arieta, el potente ariete local, marca en el minuto cuatro y medio. 1-0. 20 más tarde, Uribe anota el segundo. El hábil y joven interior moja por cuarto partido consecutivo. En el 29, vuelve a aparecer el Merodio de los cinco goles de Pamplona para perforar el arco de Menéndez por tercera ocasión. Artetxe subía el 4-0 al marcador en el minuto 37 y solo uno después, Portilla —sustituto de un lesionado Gaínza— marcaba su único gol como jugador del Athletic Club, si bien hay que aclarar que tan solo vistió cuatro veces la zamarra rojiblanca en su carrera. Curiosamente, Juan Portilla acabaría jugando en el Betis —el rival de esa tarde— en las temporadas 61/62 y 62/63 con 24 choques ligueros y cuatro goles en su currículum verdiblanco. Los jugadores se encaminaban al vestuario con otro 5-0 en su haber. Es la fiesta que no acaba, una lluvia de goles más persistente que un sirimiri de esa época. Poca historia más tuvo el partido salvo añadir que Arieta I logró un triplete al marcar los dos chicharros finales en el 66 y 67 para dejar el 7-0 definitivo.

El día 21, un Athletic al que comenzaba a temer todo el mundo caía por 2-0 en Zaragoza. El colegiado, González Echevarría, era el mismo que había pitado el empate frente al Madrid en Chamartín, el último disputado antes de la racha. 9-0, 9-0, 1-8 y 7-0. 33 goles en cuatro partidos consecutivos de Liga de Primera División. Un hecho sin precedentes que, es más, nunca jamás se ha vuelto a repetir. Aquel buen, que no excelso, equipo plagado de jugadores vizcaínos resultó una apisonadora que sin necesidad de mostrar semejante músculo ofensivo, simplemente arruinó las actuaciones de los porteros rivales para disgusto de sus señoras madres. Los 33 tantos fueron obra de Merodio (11), Uribe (7), Mauri (5), Arieta I y Artetxe (4 cada uno), Portilla (1) y el citado en propia puerta del osasunista Glaría II. Como curiosidad, destacar que Armando Merodio defendió los colores del Athletic Club durante 8 temporadas y que durante las mismas fue capaz de perforar la meta rival en Liga en tan solo 35 ocasiones, 11 de ellas en aquellos 4 partidos. Insólito.

Tras el 7-0 ante el Betis y con los 33 tantos ya anotados, una columna de opinión del diario barcelonés La Vanguardia decía lo siguiente:

“Los bilbaínos inquietan. Esta es una realidad que se ha abierto paso bajo el empuje del baño de goles que el Atlético* viene propinando a sus adversarios, uno detrás de otro, sin que de él se haya podido librar ni el mismísimo Betis, el equipo sevillano, lo que constituye un síntoma inquietante para los dos líderes que temen ver compartir a los bilbaínos una posición descollante en la lucha por el título hasta ahora circunscrita a ellos dos. Los siete goles del domingo en San Mamés, sumados a los tres anteriores vapuleos, han sonado en el ruedo futbolístico como un clarinazo de atención”.

Pero no, los rojiblancos terminarían la competición liguera en tercera posición a 15 puntos del Barça. Eso sí, en las gradas de San Mamés nunca se olvidará una marca tan única como probablemente irrepetible. 33 goles en cuatro partidos consecutivos. Un récord marciano. Muy de Bilbao.

Articulo de (http://www.jotdown.es/)

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